Hoy en día, estamos acostumbrados a llevar una vida ajetreada y con estrés. Vamos del trabajo a casa y de casa al trabajo. Planificamos prácticamente todas las horas de la semana, algo que no siempre nos resulta sencillo y apenas nos queda tiempo para dedicarnos a nosotros mismos.
Ser padres y cuidar de nuestros hijos
Cuando tenemos hijos, todavía se hace más difícil planificar nuestro tiempo ya que, aunque nos encantaría pasar más tiempo con ellos, nuestro trabajo y otras demandas que podamos tener nos lo impide. Por ello, si no podemos pasar tiempo con nuestros hijos cuando salen del colegio, a veces, no nos queda otro remedio más que apuntarlos a actividades extraescolares como clases de inglés o actividades deportivas.
Este ritmo frenético en el que vivimos, junto con la falta de habilidades de afrontamiento que presentan lo/as niños/as dado que se encuentran en fases tempranas del desarrollo evolutivo, fomenta la aparición de lo que se conoce como estrés infantil.
Aunque parezca que esta manera de vivir únicamente afecta a los adultos (y muchas veces, no tenemos las habilidades necesarias para afrontarlo), para los/as niños/as también puede ser un gran foco de estrés, entendiendo éste como aquel sentimiento de no poder llevar a cabo todas las demandas en un tiempo determinado, de dar respuesta a todas las exigencias cotidianas que se nos presentan. Cuanto más tiempo estamos expuestos al estrés, más fácil es que nos sintamos desbordados, por muy pequeña e insignificante que sea la demanda. En la actualidad, es cada vez más frecuente la aparición de estrés en los/as niños/as.
A priori, puede parecer que los/as niños/as no tienen por qué padecer de estrés, pero lo cierto es que es fácil que lo padezcan.
Aunque no tengan las mismas responsabilidades que los adultos, tienen una serie de responsabilidades adecuadas a su edad que, en ocasiones pueden ser difíciles de atender dados varios factores, como la falta de habilidades para hacer frente a las mismas, la falta de tiempo o una baja motivación.
Probablemente, no sabrán que las sensaciones que experimentan se deben a estrés, por lo que debemos prestar atención a ciertos síntomas y signos para que no pasemos por alto el malestar que puedan experimentar.
¿Qué puede causar estrés en los niños?
En los niños/as, al igual que en los adultos, los focos de estrés se pueden situar en los diferentes ámbitos de su vida (en casa, en el colegio o en su vida social). Por ejemplo, es muy común que los/as niños/as sufran estrés en el colegio por diferentes motivos: ser víctima de acoso, fracasos académicos, por tener malas relaciones con los compañeros, por sentirse agobiados por no poder terminar sus tareas y por supuesto, por los exámenes.
De la misma manera, también puede que el foco de estrés se encuentre en casa. Es muy frecuente que experimenten estrés si no hay una buena relación entre los padres o si estos, están en una situación de divorcio, los regímenes de visitas que implican cambio de casa frecuente, suele ser un gran estresor.
Por otro lado, las enfermedades resultan muy estresantes, ya sea en los propios niños o en alguno de sus familiares cercanos, así como la hospitalización o visitas médicas o al dentista. Del mismo modo, la vida social de los niños es una área de vital importancia, ya que en ella, además del colegio y de la familia, es dónde van a desarrollar aquellas habilidades sociales que les permitirán un mayor ajuste en la edad adulta.
No obstante, problemas en el ámbito social como peleas o desacuerdos con amigos/as, aislamiento o marginación social también pueden ser factores que causantes de estrés en los/as niños/as.
Todas estas situaciones pueden causar estrés en los/as niños/as y que les afecten en mayor o menor medida dependerá de su propia personalidad y de las habilidades que tengan para afrontarlas.
Es importante aprender a detectar signos que nos puedan estar indicando que nuestros hijo/a padece estrés, ya que éste, si se mantiene en el tiempo y no se trata de ninguna manera, puede dar lugar a problemas académicos, familiares o sociales o incluso llegar a provocar problemas emocionales, como trastornos del estado de ánimo o de ansiedad.
¿Cómo puedo detectar que mi hijo/a tiene estrés?
Hay algunos signos que pueden estar indicando estrés en nuestros hijos, por lo que prestar atención a ellos es importante para prevenir problemas mayores. Podemos identificar dichos signos en los tres sistemas de respuesta de las personas: a nivel físiológico, emocional y comportamental.
En primer lugar, a nivel físico o fisiológico, es común que niños/as con estrés presenten dolores de cabeza, cuello o estómago, sudoración en las manos o que tengan problemas para conciliar el sueño o tengan menos apetito, por lo que no es infrecuente que coman menos o rechacen comer.
De la misma manera, algunos signos emocionales como por ejemplo, que los podamos encontrar más tristes, ansiosos e irritados de lo normal es bastante común, así como que se sientan temerosos, preocupados constantemente o que lloren con más facilidad.
Por último, también podemos identificar algunos signos conductuales como que se encuentren más inquietos y distraídos o que lleven a cabo ciertos hábitos nerviosos como morderse las uñas o chuparse el dedo.
Todos estos signos de estrés repercuten en los diferentes ámbitos de la vida de los/as niños/as, viéndose afectado el ámbito familiar, en el que puede que la relación con los padres se torne más distante y los/as niños/as se vean menos dispuestos a colaborar e interactuar con los padres; el ámbito académico, pudiendo verse afectado el rendimiento académico por no realizar los deberes o bajar las calificaciones debido a la falta de estudio o que el estrés tenga como consecuencia una mala relación con los compañeros del colegio o incluso con los profesores; o el ámbito social, ya que es probable que el estrés propicie un aumento del aislamiento social o unas relaciones sociales más deficientes, debido al malestar emocional en el que se encuentran.
Si detecto alguno de estos signos en mi hijo/a, ¿qué puedo hacer?
En primer lugar, es importante poder pasar tiempo con nuestros hijos cada día. Por ello, en la medida que se pueda, es mejor no sobrecargar a los/as niños/as con actividades extraescolares. Es frecuente encontrar niños/as que cada día tienen una actividad extraescolar diferente o incluso que en un mismo día, tengan dos.
Esto, además de impedir que el niño/a esté en casa y pase más tiempo con su familia, le resta tiempo de estudio y de hacer los deberes, ya que, además, cuando llega a casa, se encuentra más fatigado/a, por lo que se concentra menos y le cuesta más hacer sus tareas.
No se trata de que no realice actividades extraescolares, sino que el tiempo dedicado a éstas sea compatible con el horario de la semana y con el resto de actividades tanto del niño/a como de los padres.
Esto no significa que tengamos que pasar toda la tarde con ellos, algo que, muchas veces aunque nos encantaría, nos resulta imposible. Se trata de que mostramos el interés que nos merecen, que les mostremos nuestro afecto, nos acerquemos a ellos y nos perciban como unos padres en los que se puede confiar.
Psicoterapeuta y nutricionista – dietista. Especialista en problemas de alimentación, psiconutrición y apego. Trabajo cómo terapeuta en el centro de psicoterapia Integra Terapia y puedes encontrarme en mi web personal: Grulla psicología y nutrición.